Había una vez un rey muy caprichoso que
tenía una hija muy hermosa y buena. Quería casarla, aunque puso una condición algo
absurda. Estableció que el hombre que fuera elegido para casarse con su hija,
sería aquel que fuera capaz de hacer volar un halcón que desde hacía un tiempo
estaba posado en una rama. Nadie, absolutamente nadie, hasta el momento había
logrado hacerlo.
Aparecieron una cantidad de personajes en
palacio con la intención de hacer volar al halcón y poder casarse con la
princesa, sin embargo ninguno lo consiguió.
Cuentan que una mañana el rey se levantó y
vio volando al halcón por su jardín.
Su hija ya tenía pretendiente. Llamó al
hacedor de semejante hazaña, para que le contara como había logrado el milagro.
Era un humilde campesino, a quién el rey le preguntó:
-“¿Tu
hiciste volar al halcón?”
-“¿Cómo
lo hiciste?”
-“¿Eres
mago, acaso?”
Entre feliz e intimidado, el humilde campesino
le explicó:
-“No
fue difícil, su majestad. Solo corté la rama donde estaba el halcón. En ese
momento se dio cuenta que tenía alas, y simplemente echó a volar”
“NADIE SABE DE LO QUE ES CAPAZ HASTA QUE
LO INTENTA”
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